Población negra, legalmente invisible en México

Fotografía de Antonio Castro García


El gobierno no los reconoce constitucionalmente, pese a que el país se asume multicultural, dijeron expertos del Programa Universitario Nación Multicultural

Emir Olivares Alonso
Publicado en La Jornada: 24/11/2011 10:55

México, DF. Los habitantes de los pueblos negros son invisibles legalmente en México porque el gobierno no los reconoce constitucionalmente, pese a que el país se asume multicultural, aseguraron investigadores del Programa Universitario México Nación Multicultural (PUMC) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
En conferencia en la que se presentaron los resultados de una encuesta que el PUMC levantó entre la población negra de la Costa Chica -ubicada en Oaxaca y Guerrero-, Nemesio Rodríguez Mitchell, investigador de ese programa, indicó que las condiciones de la población negra en el país son peores que las que viven los indígenas.
Como parte del proyecto se realizaron mil 519 encuestas en 22 localidades de Oaxaca, donde se contabilizaron mil 924 viviendas, que implican alrededor de 6 mil 400 nativos. Sin embargo, dijo el académico, en el país se desconoce el número total de habitantes negros.
"La población mexicana no cree que tiene población negra en su interior". Uno de los principales problemas es que, dijo, aun cuando son mexicanos, son discriminados en su propio país por autoridades y población. El 18 por ciento de los encuestados afirmó haber padecido algún tipo de discriminación, sobre todo fuera de su región.
Los resultados del sondeo -que se realizó ante la negativa del INEGI para levantar un censo de la población negra en la Costa Chica- muestran que en los hogares de esta población habitan cuatro personas en promedio, de las cuales tres trabajan, pero sólo uno obtiene un salario, que generalmente es el mínimo.
Logran sobrevivir ya que se dedican al ganado, la pesca, la agricultura y algunos logran comerciar productos.
Se informó que los resultados se entregarán a los poderes Legislativo y Ejecutivo, a fin de que se emprendan políticas públicas específicas para este sector.

Hablemos en Africano

Articulo extraído del periodico Pagina 12 de Argentina, 25 de noviembre de 2011
Por Juan Forn 

Cuando le dijeron al venerable Count Basie que un tema suyo (“Rock-a-Bye Basie”) venía de un riff de Dizzy Gillespie titulado “Dizzy Crawl”, Basie contestó: “Pues así será, porque Dizzy no va por ahí atribuyéndose lo que no es de él. En mi opinión, el 70 por ciento del jazz actual es obra suya, así que es más que probable que ‘Rock-a-Bye Basie’ también sea de él”.
Pero hay un malentendido en la mitología del jazz que hace de Dizzy Gillespie un satélipe de Charlie Parker: el partenaire del genio, el trompetista loco que necesitaba Parker para aventurarse más lejos, el dínamo payasesco e incansable que podía seguirle el tren como nadie y forzarlo a ir a fondo. Dicen los músicos que tocaron con los dos que Parker podía tocar pero no explicar lo que hacía (la famosa frase que le adjudicó Cortázar: “Esto lo estoy tocando mañana”); Dizzy, en cambio, no sólo te lo tocaba diez veces con su trompeta, sino que después se sentaba con tu instrumento y te mostraba cómo hacerlo: con Parker sólo se podía ser espectador, a lo sumo acompañante; Dizzy te hacía socio inmediato de sus hallazgos. Gillespie estaba obsesionado por la comunicación entre los músicos negros. Se pasó la vida repitiendo que en las plantaciones del Sur, cuando descubrían que dos esclavos hablaban en la misma lengua, vendían a uno de ellos. También les tenían prohibidos los tambores, porque eran un medio para comunicarse a la distancia. Cuando les arrebataron su lengua y sus tambores y los mandaron a la iglesia, a los negros sólo les quedó la voz y las palmas para expresar el ritmo que llevaban en la sangre. Por eso la música negra norteamericana había evolocionado mojor rítmicamenta. Y, cuando Dizzy y Parker inventaron el bebop, necesitaban expandir la base rítmica para llegar adonde se proponían.
Así entra Chano Pozo en esta historia. Es el año 1947 y Dizzy está armando una big band, convencido de que no alcanza un quinteto para tocar bebop a fondo. La banda está enteramente compuesta de músicos negros y Dizzy le suma un cubano recién llegado a Nueva York que toca la conga como un demonio pero no lee música y no habla una palabra de inglés. El resto de los músicos piensa que es una joda de Dizzy cuando éste les dice que se comuniquen “en africano” con Chano, como hace él. Chano era un negro malandro que venía de un barrio bravo de La Habana llamado El Africa. Con sus tambores incendiarios y sus sones en lengua abakuá se había convertido en el rey de las comparsas habaneras (su “Conga de los Dandys” era el himno del Carnaval), pero no lo dejaban grabar su música, por negro y por malandro, así que después de un oscuro episodio en que reclamó autoría por una conga y recibió un balazo que aún tenía alojado en la espalda, se fue a Nueva York y aterrizó como un meteorito en la big band de Dizzy.
Max Roach, uno de los legendarios bateristas de aquella banda, cuenta que la sección rítmica estaba enloqueciendo tratando de acoplar al nuevo integrante hasta que Chano llegó un día al ensayo y repartió tambores y cencerros a toda la banda y dio a cada músico un ritmo distinto y les mostró cómo podían entrelazarse, y los puso a hacer lo mismo con las voces, como si fueran instrumentos, y cuando llegó Dizzy le dijo que había compuesto un tema o dos. Eran “Manteca” y “Cubana Be, Cubana Bop”, que le volaron la cabeza al público cuando los estrenaron en el Carnegie Hall y serían los mayores éxitos de la carrera de Gillespie.
La big band de Dizzy partió a Europa. El trayecpo en barco, fue accidentado hubo tormenta todo el viaje, los únicos que subían a desayunar era Chano y Dizzy, que se devoraban los diecisiete desayunos servidos) y el comienzo de gira también (el empresario sueco era tan poco confiable que Chano se echaba a dormir en la puerta de su habitación cada noche para que no se escapara con la recaudación), pero tuvieron aún más éxito que en Nueva York. Los suecos no querían dejarlos ir, los dinamarqueses y los belgas tampoco, los ingleses les rogaron que hicieran una parada en Londres y los franceses quedaron tan enloquecidos con Chano (el mismísimo Django Reinhardt estuvo en el concierto de la Salle Pleyel y dijo que nunca había oído algo igual) que le ofrecieron una cátedra de percusión para convencerlo de que se quedara a vivir en París (Chano no quiso saber nada; el baterista Kenny Clarke aceptó el convite en su lugar). La repercusión fue tan grande que, al volver, les ofrecieron una gira por todo el sur norteamericano, coronada con una serie de conciertos en California. Pero Chano no llegó nunca a California. En mitad de la gira le robaron las congas, volvió a Nueva York a agenciarse otras (y un poco de heroína) y, en la noche del 3 de diciembre de 1948, víspera de Santa Bárbara, fecha que en Cuba se tapizaban los altares de rojo y los tambores convocaban al guerrero Changó, Chano entró al Rio Lounge de Spanish Harlem, depositó una moneda en la victrola y se puso a danzar al explosivo ritmo de “Manteca” (su manera de honrar a Santa Bárbara y Changó), cuando un hombre apodado El Cabito Muñoz, a quien su participación en la guerra había dejado medio psicótico, le vació el cargador de su pistola en el pecho. Minutos antes, en la calle, Chano le había reclamado al Cabito, a su manera matona, quince dólares de heroína que le debía hacía meses. En la morgue, cuando le sacaron los zapatos al cadáver, encontraron en ellos heroína por valor de cien dólares y mil quinienpos dólares más en billetes de cien, cobrados esa misma tarde por las regalías de “Manteca”.Veinticinco años más tarde, Gillespie estaba en un programa de radio en su honor y pusieron el tema “Swing Low, Sweet Cadillac”. Dizzy se puso a elogiar las congas que sonaban y a explicar que ése era el sonido irrepetible del gran Chano Pozo, cuando el locutor comentó tímidamente que en la ficha del disco decía que era Dizzy quien tocaba las congas. Gillespie se quebró y entra sollozos dijo al aire: “Perdóname, perdóname, Chano, tú que estás ahí arriba entre las altas instancias”. Pero no lo dijo en inglés: lo dijo en africano, de manera que los únicos que supieron qué estaba diciendo Dizzy fueron los viejos miembros de la big band del ’47 que participaban del homenaje.