La Perspectiva Veracruzana del Son Jarocho en las Ciudades


Arturo Barradas Benítez

 
Han pasado ya poco más de 30 años del inicio de los que hoy llamamos “movimiento jaranero” e indiscutiblemente la vitalidad de que hoy goza nuestra tradición es de reconocer y se reconoce por muchos en todas partes. La vuelta del fandango a comunidades que ya lo habían abandonado y su regreso a los medios de comunicación, han sido verdaderamente logros colectivos de los que debemos estar muy contentos todos lo que hemos aportado poco o mucho para hacerlo. No obstante esto, a mi me parece que en ocasiones sobre dimensionamos un poco la realidad y perdemos piso de lo que estamos haciendo.

De manera casi paralela al movimiento de recuperación del son en las comunidades jarochas de Veracruz, el re-ingreso de la música jarocha al gusto popular en las ciudades ha crecido de manera tan importante que, según mi opinión, en ocasiones pareciera que esta corriente de la recuperación de nuestra tradición tiene ahora su asiento en las grandes concentraciones de población de diversas partes del estado y del país e incluso y ya no tanto en las comunidades de nuestra tierra que era el objetivo inicial, dijéramos.

Es bueno recordar ahora que desde el despegue creado a través del cine y la radio en los años 40’s, la música de nuestro estado había perdido su originalidad y adoptado el estereotipo que aún hoy perdura, ese del jarocho de “punta en blanco” y mujeres de peineta y cachirulo y había pasado de ser una música de campo a convertirse ahora en campo de subsistencia para muchos músicos tradicionales en las ciudades, incluso el repertorio tradicional fue abandonado en mucho por los requerimientos de la vida “moderna” y, paulatinamente, orillando a los intérpretes a tocar música de todo tipo, en un legítimo afán de subsistencia económica.

Cuarenta años después de esta época “de oro” para la música tradicional del país y ya casi por desaparecer en algunos lados, nuestra música comenzó el regreso a las ciudades después de un largo tiempo y, nuevamente gracias al radio, recuperó su carácter popular en muchos lados. Como casi todo lo que sucede en este país, el apoyo real para la vuelta de la música inició por el Distrito Federal y de ahí empezó a irradiar hacia nuestro estado, en primer lugar, y posteriormente en todas direcciones. La labor de grupos como Mono Blanco o de difusoras como Radio Educación en este renacer, transmitiendo en la Ciudad el encuentro de Jaraneros es indiscutiblemente fundamental para que esto pasara.

Primordial también fue la labor de grupos, como Los Parientes de Playa Vicente que, avecindados en esta ciudad desde 1992, fueron de los principales promotores para la realización del Festival de Son Jarocho de Culhuacán y nos apoyaron a muchos para poder mostrar los trabajos que allá en Veracruz se hacen en materia de recuperación de la música y promover los fandangos que allá hacemos regularmente.

El encuentro entre los músicos y estudiosos del son de la ciudad con los músicos tradicionales generó no sólo interés en las comunidades, que en buena medida empezaron a revalorar lo que tenían olvidado, sino que también permitió a los músicos tradicionales entender mejor lo que ya hacían de manera lírica y facilitó el trabajo de enseñanza de la música al estandarizarla, por así decirlo, a una manera universal de afinación. Generó también una serie de estudios y trabajos que nos han ayudado a conocer mejor nuestros orígenes musicales y que a muchos les permitió la mezcla con otras tradiciones, en una búsqueda de avanzar un poco en su ejecución e incluso en la creación de nuevas melodías.
El intercambio generado entre la ciudad y nuestras comunidades dio un nuevo impulso a la música y generó también una nueva corriente de música tradicional en las ciudades. De momento vimos allá en Veracruz las primeras oleadas de “jaro-chilangos” que llegaban llenos de ánimo a sumarse a las fiestas y, casi sin darnos cuenta, fuimos de alguna manera invadidos por esta corriente de gente que hoy acude de manera constante a los fandangos. Durante los años 90, la aparición de grupos como Chuchumbé o los Cojolites, que sin abandonar su tradición proponían una nueva forma de tocar, fue la que dio la pauta a seguir durante los últimos años y propicio una nueva profesionalización de los grupos, similar a la de los años 40, pero con una raíz más fuerte en la música del campo.

La proliferación de talleres exprés en las ciudades, en los que se enseñaban los conocimientos mínimos para tocar un son jarocho, aunado al conocimiento previo que muchos tenían de otras músicas, permitió el nacimiento de nuevos grupos de son y abrió aún más el mercado, por así llamarlo, para nuestra música. Todo esto, que en apariencia iba muy bien, en algún momento “torció” su camino y comenzó a cambiar el panorama de la recuperación del son. Llenos de acordes nuevos y similitudes encontradas con otras músicas, el son jarocho comenzó a modificarse de manera paulatina y de ser un son de tarima pasó a ser un espectáculo más bien escénico en el que todos fuimos cayendo sin darnos mucha cuenta.

¿Qué ha pasado entonces con el son del campo? ¿Cuál ha sido la real influencia de este nuevo son citadino en nuestra comunidad y cómo ha afectado nuestra tradición? En respuesta a la primera pregunta, mi opinión es que la manera en que la gente de ciudad se ha apropiado el son, dejando de ver un poco su función social y privilegiando el arreglo y la mezcla o fusión con otras músicas, ha generado una nueva corriente musical allá en los pueblos, que al ver el éxito de proyectos escénicos locales y foráneos se han olvidado del fandango como fiesta tradicional y se privilegia, más que la enseñanza, la creación de grupos destinados a un público que hoy por hoy es mayoritario en las grandes urbes. La llegada del son a las ciudades modificó de manera radical el sentido que para nosotros debe tener la música y la volvió un objeto de consumo que no siempre abona a la tradición en los pueblos.

El desconocimiento de la parte “ritual” del fandango y, sobre todo, de su importantísimo papel como aglutinador social en las rancherías provocó que muchos músicos tradicionales prefirieran alejarse en cierto modo de los nuevos fandangos plagados de muchachos que, con más ánimo que conocimiento, se arremolinan alrededor de una tarima. La invasión de cámaras, aparatos de grabación y una inmensa parafernalia de equipos para registrar lo que se hace allá si bien generó al principio expectativas, con el tiempo ha pasado a ser más bien una especie de molestia para la gente mayor y uno que otro no tan mayor que continuamente son asediados, cual “rock star”, por sus seguidores. Sin embargo también generó en los muchachos jarochos sobe todo, un ansia de reconocimiento que es muy válida, pero que debería ser mejor dirigida.

Por otro lado, el son en la ciudad ha sido también un importante referente para muchos jóvenes y adultos que buscan manifestarse o por lo menos encontrar un asidero en medio de un mundo que se desbarata y que, en lugar de recompensar su esfuerzo, pareciera más bien empeñado en acabar con ellos negándoles espacios. La recuperación de lugares como en el que hoy estamos nos anima a muchos y sobre todo confirma la utilidad del son como espacio para la comunicación entre quienes a ellos asistimos.

Yo creo que es tiempo que empecemos a pensar más en el son en base a su función social y no tanto como mera música, la importancia que tiene el respeto a la tradición y sobre todo su conocimiento respetuoso deben ser los verdaderos motores que nos ayuden no sólo a revalorarlo, si no a crearlo y recréalo nuevamente. Si bien en las ciudades vemos una gran afluencia de jóvenes a los fandangos, hemos olvidado enseñar a los niños el son y, perdón por la insistencia, hemos privilegiado sólo el arreglo, la mezcla y la composición dejando de lado cosas que son más importantes: el respeto, la tolerancia y la conciencia de que lo que estamos haciendo no es recuperar sólo una música sino más bien una vía para poder recuperar nuestro país desde su base.

La importancia que para los que vivimos en Veracruz tiene el que haya son en las ciudades no debe reducirse meramente a la oportunidad de venir a tocar y ganarse unos pesos, sino más bien debe venir acompañada de procesos de recuperación real de la tradición y debe ayudar a formar a más gente en nuestros pueblos. Desde nuestro punto de vista, el sólo tener arreglos “bonitos” de las piezas que interpretamos no abona más que a la creación de nuevos mercados y deja de lado lo importante del son, que es la convivencia. Muy importante también es que quienes enseñamos el son acá seamos insistentes en aclarar que la verdadera manera de aprender la música no está en los discos, por buenos que sean, o en un taller de unos pocos días, sino en el conocimiento real de lo que allá sucede en los fandangos rurales.

La responsabilidad de quienes van de aquí para allá no se limita a cumplir con las llamadas “reglas” del fandango, sino más bien debiera estar enfocada a aprender y sobre todo a oír al músico tradicional, a aprender otras afinaciones, a aprovechar la oportunidad de conocer realmente la tradición, que no se reduce sólo a la música sino que tiene que ver con nuestra comida, nuestra manera real de vestir para la fiesta y la forma en que nos relacionamos como sociedad.

El son en lo general ha vuelto del abandono en que lo teníamos y mucho se debe a este constante ir y venir que se da de la ciudad al campo, sin embargo debemos de ser cuidadosos todos en lo que hacemos con él y sobre todo debemos asumir nuestra responsabilidad en la difusión de su manera tradicional de ejecutarlo, no podemos permitir que el afán de globalizarlo nos haga olvidar o ignorar su verdadera raíz y, sobre todo, su amplia posibilidad de participación para cualquiera que se arrime a un fandango. El respeto del que hablamos en los fandangos empieza por practicarse en dónde quiera que se realice uno, sea el campo o la ciudad, y debe ser también parte de nuestra vida diaria, si de verdad queremos con los esfuerzos que hoy hacemos por mantenerlo vivo sean de aliento duradero, pues el son afortunadamente ha roto la barreras de los límites estatales y más que de los jarochos veracruzanos, es hoy propiedad de todos los que en un momento nos atrevemos a tocar una jarana y en ese sentido, la participación de quienes viven acá es hoy, para nosotros, tan importante como la de quienes en Veracruz vivimos.

El caso de una mujer de Angola en el México de la primera mitad del siglo XVII

Emanuel Valdés Alvarez

La presencia africana en México es evidente desde los primeros contactos entre los conquistadores e indígenas, sin embargo, como bien dice Pedro Gómez Danés en su trabajo sobre la presencia africana en el noroeste del país:

“Desde el papeleo inicial de los colonizadores, hasta las crónicas e historias del noroeste, todo el mundo fijaba sus ojos en las “grandes”: grandes sucesos regionales o entrelazados con la historia nacional; grandes personajes, grandes o importantes papeles con firmas de personajes”.

En este sentido, el México de hoy no puede ser entendido sin analizar la situación de todas las comunidades que la han ido construyendo a lo largo de la Historia.
El caso especifico para esta reflexión se encuentra en el Archivo General de la Nación, en el ramo llamado “Indiferente Virreinal” en la sección de “inquisición” y versa sobre lo siguiente:

El día jueves dieciocho de mayo de mil seiscientos veintiocho es llevado al tribunal del Santo Oficio el caso de una mujer de la “casta” de Angola llamada “Anna”, la cual es esclava de un tal Juan Pretel de los Cobos. Dicha mujer tiene un extraño hábito: hablar por el pecho a manera de silbido. El documento lo declara de la siguiente manera:

“…una negra de tierra Angola que dicen que habla como silbo por el pecho y a gente que ba a consultarla para que descubra algunas cosas ocultas”

Posteriormente un tal Juan Ramos quien se encarga de hacer la denuncia, es designado por el Tribunal para decirle a Mariana de Vega, mujer de Juan Pretel de los Cobos, que envíe a dicha negra para que declare la acusación. La tarea la realiza el hijo de Juan Pretel de los Cobos, Diego Ortiz Pretel, quien tiene veintinueve años y que es sacerdote.
Cuando la negra “Anna” es llevada ante el Tribunal, ella declara lo siguiente:

“dijo llamarse Anna y ser de casta Angola y habiendole preguntado dicho señor inquisidor si hablaba por el pecho y que es lo [que] sentía en el dijo que en su tierra hay muchos negros y negras que sienten lo mismo que ella. Que es un silbido en el pecho a quien ella llama “niña” y que apenas entiende lo que dice y que muchas negras y otras personas le ban a decir y pregunte lo que quieran saber y esta lo pregunta y les dice lo que oye [de] dicho silbido…”

Finalmente el tribunal decide la condena que ha de cumplir “Anna”:

“El dicho señor inquisidor le mando a la dicha negra no siga ni responda a ninguna persona cosa alguna de lo que le preguntase y al dicho Diego Ortiz Pretel que no consienta hablen a la dicha negra ni salga de casa si no fuese con la dicha Mariana de Vega (…) y que a las personas que fuesen a hablarle se les diga la prohibición…”

Llama la atención en el caso de “Anna” diversos puntos.

Primero, el hecho de que sea de la casta Angola. Según María Guevara Sanginés a México llegaron principalmente personas pertenecientes a tres regiones culturales: del Congo (Congo y Angola), de la región de la costa de Guinea y del Sudán occidental. Cada una de estas zonas, se distingue por características distintas, mientras que para la región del Congo, sus habitantes se distinguen por sus trabajos en herrería y cerámica, en la región de la costa de guinea, se distinguen por sus prácticas adivinatorias. Del área del Sudán occidental, proviene la raza male o mandinga, la cual también se caracteriza por sus prácticas adivinatorias. De hecho, esta raza al llegar a Brasil, fue la responsable de legar todas estas costumbres bajo el término “mandingas”.

Relacionando lo anterior al caso especifico de “Anna”, podemos pensar que si bien ella reconocía su facultad de hablar por el pecho, especifica que en su tierra (Angola) “muchas negras y negros sienten lo mismo”. Lo cual hace reflexionar sobre si esto más allá de ser algo demoniaco e individual en “Anna” es en realidad una práctica cultural bastante “normal” y común en su país natal.
Otro punto interesante es el asombro que causó “Anna” en la comunidad negra y no negra (indios, mestizos y quizá hasta españoles) en México, a tal grado de que muchos fueran a consultarla para preguntarles cosas ocultas. Esto puede ser entendido como lo expresa Francesc Ll. Cardona, como la gran confianza que se tiene en “brujería, en la magia y en la eficacia y en el poder de los amuletos y talismanes” por parte de la comunidad africana.
En este sentido no es sorprendente que muchos acudieran a las consultas de las cuales ella quizá no estaba tan enterada ya que ella no era capaz de entender con completa claridad lo que la voz silbaba por su pecho. Otra interpretación podría ser que ella sufriera algún tipo de trance por el cual alguna deidad u Orisha se apoderara de su cuerpo, por lo que ella al momento de dar las “consultas” no fuera completamente ella. Esto es sólo una hipótesis.

Finalmente viene la condena. Se confina a la negra “Anna” a tres cosas:
  1. Dejar de responder a las preguntas que se le hagan.
  2. Dejar de hablar con cualquier persona.
  3. No salir sin la compañía de su ama, Mariana de Vega.
La primera sentencia representa el cese de toda destreza adivinatoria, debido a que para esa época todas las prácticas de este tipo, eran consideradas brujerías o hechicerías. Lo cual no sólo implica la pérdida de una habilidad íntimamente relacionada con dicha mujer, sino la prohibición de hacer algo que la identificaba con su antigua nación.

La segunda sentencia es aun más grave, ya que al prohibirle el hablar con toda persona, no sólo la están arrinconando socialmente, sino que la confinan a lo que Brígido Redondo denomino “una condena al silencio”.
Por último, la tercera condena de no salir en compañía de su ama, la deja en un término tan secundario similar al de un perro el cual no puede salir sin su amo.

En realidad la situación por la que pasó la negra “Anna” fue muy dura, sin embargo, debemos considerar lo siguiente:
Anteriormente se dijo que la cultura africana dejo un legado importante al continente americano y gracias a su presencia, el Nuevo Mundo se modifico considerablemente. El sincretismo religioso, así como la estructura arquitectónica de las casas en la América Latina de aquellos tiempos, permitieron la continuidad y la resistencia cultural. 

¿Por qué el sincretismo? Debido a que representó para los africanos una oportunidad de preservar sus viejas creencias y mantenerlas ocultas a los amos esclavistas. 

¿Por qué la estructura de las casas coloniales de la América latina de aquellos tiempos? Según Alfredo Feria Cuevas y América Malbrán Porto la casa colonial contiene una arquitectura característica en toda América Latina. Por delante la estancia de los amos y en el fondo la estancia de esclavos negros e indios, en dicha zona los negros “pudieron realizar sus breves rituales, debemos suponer que en ausencia de sus amos en momentos oportunos como la noche…”

Por último quiero expresar una inquietud: ¿será el nombre “Anna” el verdadero nombre de dicha mujer? Recordemos que: “Hay que tener en cuenta que las disposiciones coloniales obligaban a bautizar a los esclavos a su llegada a los puertos, de esta manera entraban a formar parte de la Iglesia católica;”.En este sentido la mujer que quisiera llamar de otra forma pero no puedo porque solo se de ella que se llama “Anna” ha sido parte de las muchas historias de mujeres y hombres arrancadas de sus lugares de origen para cumplir con un destino que obedece a intereses ajenos, los cuales dejaron eco en el México contemporáneo.

Población negra, legalmente invisible en México

Fotografía de Antonio Castro García


El gobierno no los reconoce constitucionalmente, pese a que el país se asume multicultural, dijeron expertos del Programa Universitario Nación Multicultural

Emir Olivares Alonso
Publicado en La Jornada: 24/11/2011 10:55

México, DF. Los habitantes de los pueblos negros son invisibles legalmente en México porque el gobierno no los reconoce constitucionalmente, pese a que el país se asume multicultural, aseguraron investigadores del Programa Universitario México Nación Multicultural (PUMC) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
En conferencia en la que se presentaron los resultados de una encuesta que el PUMC levantó entre la población negra de la Costa Chica -ubicada en Oaxaca y Guerrero-, Nemesio Rodríguez Mitchell, investigador de ese programa, indicó que las condiciones de la población negra en el país son peores que las que viven los indígenas.
Como parte del proyecto se realizaron mil 519 encuestas en 22 localidades de Oaxaca, donde se contabilizaron mil 924 viviendas, que implican alrededor de 6 mil 400 nativos. Sin embargo, dijo el académico, en el país se desconoce el número total de habitantes negros.
"La población mexicana no cree que tiene población negra en su interior". Uno de los principales problemas es que, dijo, aun cuando son mexicanos, son discriminados en su propio país por autoridades y población. El 18 por ciento de los encuestados afirmó haber padecido algún tipo de discriminación, sobre todo fuera de su región.
Los resultados del sondeo -que se realizó ante la negativa del INEGI para levantar un censo de la población negra en la Costa Chica- muestran que en los hogares de esta población habitan cuatro personas en promedio, de las cuales tres trabajan, pero sólo uno obtiene un salario, que generalmente es el mínimo.
Logran sobrevivir ya que se dedican al ganado, la pesca, la agricultura y algunos logran comerciar productos.
Se informó que los resultados se entregarán a los poderes Legislativo y Ejecutivo, a fin de que se emprendan políticas públicas específicas para este sector.

Hablemos en Africano

Articulo extraído del periodico Pagina 12 de Argentina, 25 de noviembre de 2011
Por Juan Forn 

Cuando le dijeron al venerable Count Basie que un tema suyo (“Rock-a-Bye Basie”) venía de un riff de Dizzy Gillespie titulado “Dizzy Crawl”, Basie contestó: “Pues así será, porque Dizzy no va por ahí atribuyéndose lo que no es de él. En mi opinión, el 70 por ciento del jazz actual es obra suya, así que es más que probable que ‘Rock-a-Bye Basie’ también sea de él”.
Pero hay un malentendido en la mitología del jazz que hace de Dizzy Gillespie un satélipe de Charlie Parker: el partenaire del genio, el trompetista loco que necesitaba Parker para aventurarse más lejos, el dínamo payasesco e incansable que podía seguirle el tren como nadie y forzarlo a ir a fondo. Dicen los músicos que tocaron con los dos que Parker podía tocar pero no explicar lo que hacía (la famosa frase que le adjudicó Cortázar: “Esto lo estoy tocando mañana”); Dizzy, en cambio, no sólo te lo tocaba diez veces con su trompeta, sino que después se sentaba con tu instrumento y te mostraba cómo hacerlo: con Parker sólo se podía ser espectador, a lo sumo acompañante; Dizzy te hacía socio inmediato de sus hallazgos. Gillespie estaba obsesionado por la comunicación entre los músicos negros. Se pasó la vida repitiendo que en las plantaciones del Sur, cuando descubrían que dos esclavos hablaban en la misma lengua, vendían a uno de ellos. También les tenían prohibidos los tambores, porque eran un medio para comunicarse a la distancia. Cuando les arrebataron su lengua y sus tambores y los mandaron a la iglesia, a los negros sólo les quedó la voz y las palmas para expresar el ritmo que llevaban en la sangre. Por eso la música negra norteamericana había evolocionado mojor rítmicamenta. Y, cuando Dizzy y Parker inventaron el bebop, necesitaban expandir la base rítmica para llegar adonde se proponían.
Así entra Chano Pozo en esta historia. Es el año 1947 y Dizzy está armando una big band, convencido de que no alcanza un quinteto para tocar bebop a fondo. La banda está enteramente compuesta de músicos negros y Dizzy le suma un cubano recién llegado a Nueva York que toca la conga como un demonio pero no lee música y no habla una palabra de inglés. El resto de los músicos piensa que es una joda de Dizzy cuando éste les dice que se comuniquen “en africano” con Chano, como hace él. Chano era un negro malandro que venía de un barrio bravo de La Habana llamado El Africa. Con sus tambores incendiarios y sus sones en lengua abakuá se había convertido en el rey de las comparsas habaneras (su “Conga de los Dandys” era el himno del Carnaval), pero no lo dejaban grabar su música, por negro y por malandro, así que después de un oscuro episodio en que reclamó autoría por una conga y recibió un balazo que aún tenía alojado en la espalda, se fue a Nueva York y aterrizó como un meteorito en la big band de Dizzy.
Max Roach, uno de los legendarios bateristas de aquella banda, cuenta que la sección rítmica estaba enloqueciendo tratando de acoplar al nuevo integrante hasta que Chano llegó un día al ensayo y repartió tambores y cencerros a toda la banda y dio a cada músico un ritmo distinto y les mostró cómo podían entrelazarse, y los puso a hacer lo mismo con las voces, como si fueran instrumentos, y cuando llegó Dizzy le dijo que había compuesto un tema o dos. Eran “Manteca” y “Cubana Be, Cubana Bop”, que le volaron la cabeza al público cuando los estrenaron en el Carnegie Hall y serían los mayores éxitos de la carrera de Gillespie.
La big band de Dizzy partió a Europa. El trayecpo en barco, fue accidentado hubo tormenta todo el viaje, los únicos que subían a desayunar era Chano y Dizzy, que se devoraban los diecisiete desayunos servidos) y el comienzo de gira también (el empresario sueco era tan poco confiable que Chano se echaba a dormir en la puerta de su habitación cada noche para que no se escapara con la recaudación), pero tuvieron aún más éxito que en Nueva York. Los suecos no querían dejarlos ir, los dinamarqueses y los belgas tampoco, los ingleses les rogaron que hicieran una parada en Londres y los franceses quedaron tan enloquecidos con Chano (el mismísimo Django Reinhardt estuvo en el concierto de la Salle Pleyel y dijo que nunca había oído algo igual) que le ofrecieron una cátedra de percusión para convencerlo de que se quedara a vivir en París (Chano no quiso saber nada; el baterista Kenny Clarke aceptó el convite en su lugar). La repercusión fue tan grande que, al volver, les ofrecieron una gira por todo el sur norteamericano, coronada con una serie de conciertos en California. Pero Chano no llegó nunca a California. En mitad de la gira le robaron las congas, volvió a Nueva York a agenciarse otras (y un poco de heroína) y, en la noche del 3 de diciembre de 1948, víspera de Santa Bárbara, fecha que en Cuba se tapizaban los altares de rojo y los tambores convocaban al guerrero Changó, Chano entró al Rio Lounge de Spanish Harlem, depositó una moneda en la victrola y se puso a danzar al explosivo ritmo de “Manteca” (su manera de honrar a Santa Bárbara y Changó), cuando un hombre apodado El Cabito Muñoz, a quien su participación en la guerra había dejado medio psicótico, le vació el cargador de su pistola en el pecho. Minutos antes, en la calle, Chano le había reclamado al Cabito, a su manera matona, quince dólares de heroína que le debía hacía meses. En la morgue, cuando le sacaron los zapatos al cadáver, encontraron en ellos heroína por valor de cien dólares y mil quinienpos dólares más en billetes de cien, cobrados esa misma tarde por las regalías de “Manteca”.Veinticinco años más tarde, Gillespie estaba en un programa de radio en su honor y pusieron el tema “Swing Low, Sweet Cadillac”. Dizzy se puso a elogiar las congas que sonaban y a explicar que ése era el sonido irrepetible del gran Chano Pozo, cuando el locutor comentó tímidamente que en la ficha del disco decía que era Dizzy quien tocaba las congas. Gillespie se quebró y entra sollozos dijo al aire: “Perdóname, perdóname, Chano, tú que estás ahí arriba entre las altas instancias”. Pero no lo dijo en inglés: lo dijo en africano, de manera que los únicos que supieron qué estaba diciendo Dizzy fueron los viejos miembros de la big band del ’47 que participaban del homenaje.



20 de noviembre, día de la conciencia negra en Brasil


¿Por que conmemorar el día de la conciencia negra?
Cesar Ortega
Somos mexicanos, argentinos, brasileiros, latinoamericanos. Practicamos, aprendemos capoeira angola, tenemos un largo camino por recorrer.Para nosotros, el 20 de noviembre, representaba eso el día de la Revolución, una fecha importante en la historia de México, coincide con el día de la muerte de Zumbi, último rey del quilombo dos Palmares (el día de la “Conciencia Negra”).
¿Porqué conmemorar algo que no ocurrió aquí en nuestra tierra, pero que al mismo tiempo nos es tan cercano...?
La cultura de la capoeira angola parece algo venido de fuera, pero hoy por hoy, la modernidad en que vivimos (en la que las fronteras políticas y económicas se han vuelto algo burdo, absurdo, confuso y borroso) hace de los individuos seres que lo mismo desayunan al estilo turco, portan un morral huichol y traen unos tennis gringos manufacturados por los chinos. En cierta forma, seres capaces de elegir entre todo lo que le ofrece este mundo moderno, las cosas por las cuales sienta mayor atracción (atracción en todos los sentidos: ideológica, material, espiritual, etc.).
Somos parte de un proceso de mestizaje que abarca tanto lo indígena, lo europeo y lo africano, una gama de mil colores que incluye incluso minorías de otrks pueblos. En México se encontraron muchos pueblos que sufrieron esclavitud, y que aún son objeto de discriminación y racismo, pero se pueden agrupar en dos principales, los “indígenas” y los “negros”. Ambos, a pesar de haber sido subyugados, nunca se sometieron completamente a la esclavitud. La historia del dominio europeo sobre toda América está llena de levantamientos y luchas por la libertad y por los derechos de los pueblos, que desembocaron finalmente en las luchas revolucionarias por la independencia, en la Revolución.
La principal estrategia que utilizaban los europeos para sojuzgar a los pueblos como esclavos era hacerles creer que no se pertenecían, que eran un objeto y por tanto no podían ni siquiera expresarse libremente.
Pero había algo que permitía a los esclavos sentirse dueños de sí mismos de expresarse, el arte. Tanto “indígenas” como “negros”, poseían y poseen una vasta herencia cultural, a manera de rituales, la mayoría de las veces relacionadas con creencias religiosas propias, que al contacto con la cultura europea, y muchas veces para poder seguir practicándose, tuvieron que sincretizarse, pero ellas se manifestaban en expresiones artísticas, como la danza, la música, la pintura, etc.
Por eso es importante el reflexionar sobre estos aspectos, porque la actividad que nos une es parte de la herencia que dejó esa lucha por los derechos y la equidad y el respeto y el reflexionar sobre ella nos puede permitir darle continuidad.
Conmemorar el día de la Conciencia Negra debe ir de la mano con el hacer lo propio con la revolución mexicana, significa el realizar actividades de muy diversos tipos para recordar una lucha que implicó mucho sacrificio y que si no se tiene en cuenta, corre el riesgo de reciclar negatividad en nuestro presente y futuro. Por otro lado, el tener conocimiento y conciencia de lo que ha implicado ha lucha por la libertad, la inclusión, la igualdad de derechos, de lo importante que es valorar nuestras raíces prehispánicas, nos permite tener herramientas para construir una sociedad más armónica y equitativa.
Al comenzar a practicar capoeira angola se ha vuelto constante el tener presente la raíz negra, africana; el celebrar ese día es positivo, ya que puede despertar inquietud y deseos de conocer más sobre esa tercera raíz que tiene México, además de lo vasta que es la cultura africana y el aporte que ha dejado donde ha estado presente,
Ahora sabemos que la figura de Zumbi es un símbolo de libertad entre los que vivieron esclavizados en aquéllos, en estos y en otros lugares del mundo. Recordamos:
-Porque la huella de su presencia permanece adherida no solo en nuestro mestizaje sino también en la música, tradición y costumbres de los pueblos por donde pasaron o se establecieron.
-Porque desde aquel continente fueron raptados, extraídos en contra de su voluntad millones de personas que llegaron no solo a Brasil sino a muchos lugares de nuestro continente, entre ellos México.
-Porque tuvimos pueblos y tenemos aún comunidades que viven las mismas historias de intolerancia, racismo y esclavitud.
-Porque la libertad es un derecho que debe ejercer cualquier ser que habite este mundo, no importando raza, condición o genero.
Axé y fuerza, hermanos.
Mucha luz y mucha paz para sus caminos.